En diálogo con Pase lo que pase, por Radio Provincia, afirmó que “este será un hecho aislado, pero la vulnerabilidad de los adolescentes se manifiesta de múltiples maneras. Hace poco vimos una serie ‘Adolescencia’ y quedamos todos tildados acerca de la capacidad de violencia que puede tener un adolescente en una familia normal, con vínculos normales”.
En ese marco, contó que “hace muchos años vengo investigando que hay un cambio psicoestructural” que hace que “el chico, desde la más temprana infancia copia a sus padres como si estuviese frente a un espejo y queda en absoluta paridad con el adulto y a la vez no logra incorporar a sus padres como figuras protectoras, justamente porque está de igual a igual”.
“Así la palabra de los padres no es significativa y el chico confía en su criterio desde la más tierna infancia. Esto trae montón de consecuencias. Con respecto al caso de la adolescente de Mendoza, puedo decir que a muchos les cuesta jerarquizar, no pueden dimensionar los estímulos del afuera porque, al estar igual a igual con los padres, todo vale”, señaló la y presidenta de la Sociedad Argentina de Terapia Familiar.
Seguido, consignó que en ese escenario, “la mirada del otro, una maestra que no da bolilla, todo se vive como una injuria, como una injusticia tremenda que puede despertar reacciones muy violentas”.
Messing puntualizó la importancia de “dar herramientas a los padres para que cambien los modos de comunicación para que recuperen su lugar de autoridad, porque con estos chicos simétricos hay que abandonar los métodos de castigo o autoritarios. Hay que incluirlos, conectarse emocionalmente, al chico simétrico no le podemos ir con castigos porque no les va a tomar, pero son hipersensibles ante un adulto que le pide que lo ayude”.