La historiadora argentina radicada en Estados Unidos, Natalia Milanesio, dialogó con Radio Provincia sobre la publicación de sus dos libros “El destape: La cultura sexual en la Argentina después de la dictadura” y "Cuando los trabajadores salieron de compras: Nuevos consumidores, publicidad y cambio cultural durante el primer peronismo". Para la autora, se puede establecer un paralelismo entre ambos temas porque el consumo de la época es una marca histórica de ese tiempo. En ese sentido, manifestó que durante el peronismo, “las familias trabajadoras pudieron comprar heladeras eléctricas, cocinas a gas, salir a comer, ir al cine”; mientras que en la década del 80 “son otros los tipos de consumo: revistas y comics eróticas, videos que arrendabas en un videoclub de contenido erótico”.
Milanesio sostuvo que investigó el tema del destape de los 80 porque “no había nada escrito y me pareció un buen desafío ocupar ese vacío historiográfico”. En su propuesta, intenta develar “qué ocurre con la sexualidad en una sociedad después de un período de dictadura y censura. Es decir, cuál es la relación entre democracia y sexualidad”.
En diálogo con Historia Nocturna, la autora manifestó que “había una censura muy profunda durante la dictadura de los contenidos sexuales y un gran uso de eufemismos para hablar y mostrar la sexualidad; y después una represión hacia las minorías, la prohibición de la planificación familiar. Una represión sobre las libertades sexuales que excedían lo mediático”.
No obstante, indicó que con la llegada de la democracia y el destape, ocurre una “explosión” de contenidos sexuales y de la sexualidad: “Se pudo hablar, mostrar y debatir cuestiones que nunca habían sido abordadas de manera honesta y franca en los medios y la cultura”. Además, precisó que se dieron otros destapes que estaban por fuera de lo mediático, como “el de la sexología clínica, de las minorías sexuales, de las feministas, de los expertos en salud reproductiva”, y cada uno de esos grupos peleaba y luchaba para abordar cuestiones sexuales desde distintas esferas.
La escritora señaló que el cine también fue una válvula de escape. “Veníamos de un contexto en el que no se podía mostrar desnudos frontales, escenas de sexo explícito o semi-explícito; también había temas que estaban prohibidos y no se podían mostrar escenas de incesto, cuestiones vinculadas al aborto, relaciones sexuales entre personas del mismo sexto… mientras que en los ’80, uno puede ver que hay mucho más piel, desnudos, colas, lolas, hay más chistes de contenido sexual explícito”.
Milanesio afirmó que “el destape fue un fenómeno heterogéneo, porque no fue liberador al ciento por ciento ni tampoco reaccionario al ciento por ciento”. Aclaró que “fue un proceso sexista y por eso en la memoria tenemos las tapas de revista Destape o Libre con modelos o actrices con poca ropa”. Este movimiento –agregó- trajo a los medios a la mujer como objeto sexual, una hipersexualidad de la mujer. “En ese sentido fue machista porque no quiso cuestionar las imágenes tradicionales de la mujer como objeto”, resaltó, aunque subrayó que “también en los medios hubo publicaciones que desafiaron este tipo de representaciones y plantearon una mujer sujeto sexual, como en la revista Mujer 10, de la editorial Perfil, que comienza a tratar temas que estaban censurados, como la cuestión del orgasmo y el placer, el sexo durante el embarazo…. Son dos caras del destape”.
Respecto del vínculo de la sexualidad con la censura y los movimientos de izquierda, la escritora señaló que “para la dictadura, la revolución social estaba vinculada con la revolución sexual, lo cual es diferente a cómo lo veía la izquierda revolucionaria que se oponía a la revolución sexual porque la veía como una revolución burguesa”. Sin embargo, en la idea de la dictadura, “la ‘subversión política’ estaba vinculada a la ‘subversión sexual’, por lo que contener el ámbito de la sexualidad estaba vinculado a contener ‘subversiones en el ámbito de lo político’”.
En cuanto a su trabajo “Cuando los trabajadores salieron de compra”, Milanesio apuntó que también se propuso abordar el tema porque “hay muy poco material para entender los cambios a nivel del consumo” que fueron consecuencia de los primeros gobiernos peronistas. Según reflexionó, el consumo “aparece como un eslabón que une aspectos económicos, políticos y sociales”, por cuanto “si una de las banderas del peronismo fue el crecimiento de los salarios, la introducción del aguinaldo, las vacaciones pagas, es decir, mayor ingreso disponible y más tiempo para usar ese dinero, me pregunté qué ocurre y cómo cambia la vida cotidiana de los trabajadores. La respuesta la conseguí analizando los patrones de consumo, viendo cómo los trabajadores se explicaban así mismos, observando los cambios producidos a nivel social, las tensiones de clase, las identidades de género vinculadas al consumo en sectores que en muchos casos no habían participado abiertamente del mercado”.
“Para esa gente el consumo no tenía que ver con parecerse a la clase media sino dignificar su propia vida como trabajador: Tener una vivienda digna, un buen par de pantalones, un lindo vestido para salir el fin de semana, comprarse una heladera eléctrica”, narró Milanesio. Estos cambios culturales “definían una manera de ser de la clase obrera, que le disputa a las clases medias y altas el monopolio sobre algunas prácticas, experiencias y objetos, y reclaman el derecho a consumir de esa manera”.
Milanesio dijo que en esa etapa también “aparece el trabajador y la trabajadora como sujetos de la publicidad, que hasta el momento vendían elementos de consumo vinculado a la clase media y alta”. La historiadora apuntó que hasta ese momento, una figura clave en las pautas publicitarias “era el uso de la mucama para vender electrodomésticos. En cambio, en los 40 y 50, con la ampliación del mercado, la mucama desaparece como actriz de las publicidades y aparecen los trabajadores como consumidores directos”.