El escritor, gestor cultural y profesor de matemática, Nicolás Igolnikov, se refirió a su primer libro de cuentos Las Causas Perdidas, publicado por la editorial Hexágono. Manifestó que “el libro se fue configurando como un depurar a partir de ver que había un cierto algo que se repetía”, y detalló que “los personajes y las situaciones que terminaron en el libro están como cocidas por una cuestión de que hay algo irremediable y que no puede ser resuelto”. Y agregó que los cuentos también buscan mostrar que “a pesar de que hay una causa perdida, hay algo más que puede ocurrir; y hay una posibilidad de vivencia y de experiencia más allá de las condiciones a las que estamos acostumbrados”.
Por Radio Provincia, el joven de 24 años señaló que en los cuentos aparece la idea de personajes solitarios. “Aunque no estén solos en el contexto del cuento, hay algo del mundo interior de los personajes que me llama”, apuntó, y luego expresó que “de algún modo, todos tienen una condición o una situación que no puede ser corregida y la idea es ver qué posibilidad de relato existe a partir de algo que no puede moverse”.
Igolnikov publicó el poemario El nombre que falta -y algo de Pólvora (Ex Nihilo, 2016) y la nouvelle La mentira (Ex Nihilo, 2017). En tal aspecto, señaló que “mi incursión en la narrativa siempre estuvo de la mano de la escritura de poesías”. Sin embargo, su irrupción en la escritura de cuentos se dio a partir de Las Estrellas, que concluye la serie de Las causas perdidas, y del impulso de los talleres de María Malusardi. “Ella es una persona que me ayudó mucho a abrir ese costado narrativo. Por su aliento y las lecturas que me sugería resultó que proseguí en la escritura de nuevos cuentos, ya que lo empecé con la idea de hacer una novela”, reconoció.
A su vez, resaltó la importancia del escritor Isidoro Blaisten en su formación: “Me ha marcado muy profundamente a partir de la manera de capturar lo bello y lo triste a partir de lo lúdico. Él te muestra que se puede escribir sin necesidad de tener un temperamento prolífero y que con trabajo y búsqueda se puede hacer. Además tiene humanidad y sencillez que moviliza ganas de leer y escribir”.
Por otro lado, habló sobre su pasión por las matemáticas y las relacionó con la literatura. Igolnikov indicó que “estudié matemáticas porque a los 8 años mi viejo me regaló el libro El hombre que calculaba (1938)” y resaltó que su vínculo “estuvo mediado por la lectura de libros de divulgación”. En ese sentido, aseguró que “la matemática es un lenguaje que nos permite hablar y operar sobre el mundo, igual que la literatura, que nos permite hablar y operar sobre el mundo”.
Asimismo, adelantó que “estoy empezando a trabajar sobre una serie de cuentos que tienen que ver con lo extraordinario y están atados por ciertas cosas que son matemáticamente muy fáciles de expresar cuando llevaste muchos años trabajando”.