Los sucesos de la novela que transcurre cerca de la década de 1930, tienen como escenario un prostíbulo donde una adolescente llamada Dina es protagonista.
En diálogo con Narraciones Extraordinarias Drucaroff manifestó “conocía el tema de la red de trata y me había interesado. Me interesan los temas que se tratan de ocultar. En la colectividad judía el tema era un tabú”.
Seguidamente, contextualizó “la colectividad judía se estaba instalando en un lugar sin antisemitismo. La llegada de esta mafia judía, que por supuesto era una minoría, traía mucha mala fama”. Esto hizo que la colectividad les hiciera “la guerra”. “Fue la única comunidad que activamente militó contra sus proxenetas. Esa militancia hacía que no los dejaran entrar a las sinagogas y estaban sometidos a escraches constantes”, acotó.
Seguidamente reflexionó sobre dos posturas respecto al ejercicio de la prostitución, abolicionismo y regulacionismo. “Lo primero que pienso es que algo tan complejo no se resuelve como un River - Boca. Lo segundo es que hay cosas del abolicionismo que no me gustan nada: que es una utopía feminista una sociedad donde la mujer no es un objeto sexual, no tengo ninguna duda. La concha no es sagrada, es mía y la uso como quiero. Si alguien se quiere prostituir que se prostituya. No me parece digno, pero es mucho más digno que correr abajo de la lluvia de glifosato en los campos de soja señalando donde hay que regar. Me parece que es un trabajo mucho más salubre, mejor pago y que no produce cáncer”.
En ese sentido, señaló “creo que el sexo es una acto de comunicación de lo más bonito, que lo puedo hacer con un amigo, con el amor de mi vida, con una amiga, con quién se me cante, pero yo no lo haría por dinero: eso no significa que no respete a quién decida hacerlo. Hay trabajos más indignos y nadie pide que sean abolidos. Una utopía feminista sería que ni los hombres ni las mujeres seamos objetos sino sujetos”.